Los Espasmos Infantiles: Lo Que Los Padres Necesitan Saber

Toda madre disfruta apreciar cada movimiento de su bebé, ya sea durante la lactancia materna o  mientras duerme, cualquier momento puede resultar oportuno para verlo crecer y desarrollarse.

Inmerso en ello, es posible que en alguna oportunidad observes algún  movimiento que te parezca extraño o diferente, y a partir de allí surjan gran cantidad de dudas. En ese caso, el presente artículo puede resultarte muy útil e interesante.

¿Qué son los espasmos infantiles?

Los espasmos infantiles consisten en una seria de movimientos involuntarios repetitivos como flexión o extensión de alguna extremidad, los cuales pueden ser simétricos o asimétricos, o en algunos casos mixtos. No obstante, los mismos pueden expresarse en gestos mínimos como cabeceo, chupeteo, parpadeo constante o movimiento vertical de la mirada fija.

Generalmente se manifiestan en crisis de hasta 100 repeticiones, distribuidas en diferentes momentos durante un mismo día. Suelen aparecer tanto en vigilia como en sueño, con más frecuencia después del despertar, o en el adormecimiento.

pies de bebé recién nacido

Causas de los espasmos infantiles

Estos movimientos involuntarios forman parte de una amplia diversidad de trastornos neurológicos agrupados en síndromes convulsivos y epileptógenos, caracterizados por cumplir con la triada clásica: espasmos infantiles, deterioro psicomotor y actividad hipsarrítmica en el electroencefalograma (EEG).

Etiológicamente, se pueden clasificar 3 tipos de espasmos: la forma ideopática, donde no se logra determinar ninguna causa aparente; la forma sintomática, donde se encuentran asociados a  otras enfermedades de base como la Encefalopatía Hipóxica Isquémica Perinatal por sufrimiento fetal, Esclerosis Tuberosa, diversas cromosomopatías (por ejemplo el Síndrome de Down o Trisomía 21) y enfermedades metabólicas que cursan con retrasos de desarrollo psicomotor.

Por último, la forma criptogénica abarca aquellos casos donde la impresión diagnóstica orienta a que existe un problema de salud de base que puede estar causando los espasmos infantiles, sin embargo no se logra precisar cuál sea con exactitud.

Cabe destacar, que en algunos casos se pueden presentar crisis convulsivas asociadas a infecciones del sistema nervioso central como meningitis, encefalitis o abscesos cerebrales, incluso tumores cerebrales que actúen como lesiones ocupantes de espacio que promuevan las instauración de focos de descargas sinápticas arritmogénicas en diversas áreas del cerebro.

Ahora bien, dentro de este grupo sindromático se menciona una de las entidades más bibliográficamente descrita, conocida como Síndrome de West. Esta forma clínica de epilepsia ocurre en 1 de cada 4-6.000 niños, afectando principalmente lactantes entre los 3 y 7 meses de edad, con un pico de incidencia a los 5 meses, comúnmente por debajo del año de edad, atípico en recién nacidos.

Es vista de la relevancia clínica que representa el diagnóstico temprano de esta patología y por lo tanto la educación a los padres sobre como identificar posibles signos compatibles en su bebé, el presente artículo se enfoca en suministrar información referente a los espasmos infantiles asociados especialmente a esta neuropatología.

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¿Cómo se ven los espasmos infantiles?

Inicialmente, muchos padres pueden confundir estos movimientos con reflejos primitivos o los comúnmente conocidos cólicos del lactante con o sin reflujo gastroesofágico asociado, en vista de que suelen manifestarse en el mismo patrón horario, causando además irritabilidad, llanto inconsolable y apariencia de disconfort.

Característicamente, estas convulsiones pueden durar solo 1-2 segundos, por lo general se producen juntas, a un intervalo de cada 5-10 segundos en una serie. No obstante, existen diferentes niveles de severidad, donde en algunos casos (para fortuna, la minoría) pueden durar incluso algunos minutos.

Durante un espasmo, el cuerpo se torna totalmente rígido por aumento del tono muscular, la espalda puede arquearse, los brazos y las piernas se flexionan al igual que la cabeza. Sin embargo, pueden ser bastante difíciles de notar, expresándose como un simple parpadeo repetitivo, rasgos faciales de “sorpresa o susto”, movimiento de un pie o incluso una pequeña contracción del abdomen.

Sin embargo, estos corresponden solo a los hallazgos competentes a las crisis espasmódicas. Por otro lado, los efectos colaterales del sufrimiento neuronal que ocurre durante cada espasmo se traducen a largo plazo, en retraso del desarrollo psicomotriz del bebé.

Los signos de dicho retraso puedes corroborarlos tú misma al asesorarte previamente con tu pediatra de confianza, sobre cuáles son las edades en las que se espera que ocurra naturalmente: el sostén de la cabeza, la sonrisa social, el balbuceo, la rolación (darse vuelta en la cama), la sedestación (con y sin apoyo), el gateo y la bipedestación hasta la deambulación libre.

Aunque pueda parecer tonto o poco relevante, tu ojo y percepción de madre son fundamentales para este diagnóstico. Si llegas a preciar alguno de estos movimientos en tu bebé o algún signo de retraso psicomotor, no esperes ni dudes en acudir a consulta pediátrica, el diagnóstico precoz es un factor determinante en el pronóstico y la elección de conducta terapéutica.

Al final de cuentas, nadie conoce mejor a tú bebé que tú misma.

El diagnóstico temprano es clave

Ciertamente, en caso de que tu bebé presente signos y síntomas francamente indicativos de Síndrome de West u otro trastorno epiléptico, deberá ser posteriormente referido a una subespecialidad, en este paso la neuropediatría.

Sin embargo, esta acción solo puede ser realizada primeramente por tu pediatra de cabecera ya que su preparación y profesionalismo son los que permitirán establecer el análisis requerido para el estudio del caso de tu bebé.

En relación a esto, es necesario mencionar que existe otra condición en la cual se presentan muy frecuentemente espasmos infantiles, en este caso asociados a fiebre, denominada Crisis Febril (CF), en la cual las crisis convulsivas además de presentarse con temperatura corporal superior a los 38,5°C, no existe ninguna alteración metabólica o proceso infeccioso asociado en el sistema nervioso central.

Del mismo modo, se describen los espasmos del sollozo, un fenómeno alarmante que ocurre en niños aparentemente sanos. Su frecuencia suele resultar bastante típica y repetitiva, observándose cómo de forma brusca luego de un largo periodo de llanto inconsolable, se produce una pausa ventilatoria “el niño deja de respirar”, que no debe ser confundida con una crisis de apnea.

Simultáneamente, el bebé emite sonidos entrecortados, presenta inmovilidad o rigidez corporal total o parcial, y adquiere 2 posibles cambios de coloración cutánea: cianótica (violácea) o pálida. Cuando las crisis cursan con pérdida de conciencia asociada a fenómenos respiratorios se presenta el sollozo cianótico, y en cardíacos la forma pálida.

Diagnósticos diferenciales como los anteriormente mencionados, serán considerados por tu pediatra, por lo que es fundamental que mantengas una estrecha relación con el mismo y no contemporices lo importante y trascendental que puede ser esa consulta inicial.

Recuerda, debes acudir regularmente con tu bebé cada 3-6 meses a la consulta de control del niño sano, la mejor forma de mantenerlo sano es prevenir la instauración de enfermedades.

En caso de que el especialista así lo considere, serán posteriormente referidos a un neuropediatra quien además de realizar un completo interrogatorio y evaluación física de tu bebé, procederá a efectuar ciertos exámenes paraclínicos elementales como el electroencefalograma (EEG).

Dicho estudio (EEG) le permite al especialista verificar específicamente los patrones de ondas cerebrales producidos durante la crisis espasmódica, al igual que documentarlos para evaluación y control detallado de los mismos.

En este caso, el neurólogo pediátrico busca un patrón de EEG llamado hipsarritmia. La aparición de las convulsiones y el EEG son tan patognomónicos (específicos) que el diagnóstico de espasmos infantiles se puede realizar con certeza en la mayoría de los casos. Por otro lado, para el diagnóstico etiológico se precisan otras pruebas diagnósticas más complejas como estudios  metabólicos, de neuroimagen, exámenes inmunológicos, entre otros.

Cabe destacar, que este procedimiento es totalmente indoloro para tu bebé así que no debes sentir miedo ni preocupación al respecto. Consiste en colocar una serie de electrodos en diferentes zonas de su cráneo, que estarán conectados al dispositivo que permitirá traducir su actividad cerebral en las ondas a evaluar para establecer el diagnóstico.

Asimismo, éste debe realizarse durante la fase de vigilia es decir con el paciente completamente dormido, por lo que de acuerdo con la edad del bebé puede bastar con someterlo a un leve insomnio la noche anterior, o en el caso de los más pequeños ameritar sedación por un especialista en anestesiología.

Ésta será una decisión a la cual debes ratificar tu consentimiento como madre, según sea la sugerencia del especialista tratante y las conversaciones que hayas tenido con el previamente.

Del mismo modo, puede resultar de gran ayuda que grabes en video un episodio de espasmo el cual puedas mostrar posteriormente en la consulta.

“Tips para mamá: la consulta médica debe realizarse bajo condiciones óptimas que permitan la valoración integral del paciente, las redes sociales no deben utilizarse como sustitutos de la consulta presencial»

“El bienestar de tu bebé es nuestro principal objetivo,  por lo tanto nos esforzamos por brindarle atención médica de calidad”

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Opciones de tratamiento para el Síndrome de West

El manejo terapéutico es netamente farmacológico, sin embargo se presentan ligeras diferencias en cuanto al medicamento de elección de primera línea según algunas reconocidas asociaciones de neuropediatría.

La Academia Estadounidense de Neurología y la Sociedad de Neurología Infantil del mismo país, recomiendan la hormona adrenocorticotropa sintética (ACTH, por sus siglas en inglés) como primera línea de tratamiento.

Este medicamento es inyectable. Las primeras dosis se aplican en el hospital para que tu bebé pueda ser vigilado estrechamente ante la posibilidad de efectos secundarios que ameriten atención médica inmediata como hipertensión arterial, hemorragia cerebral y úlceras pépticas.

Ahora bien, en vista de que tú bebé necesitará seguir recibiendo inyecciones de la ACTH durante 6 semanas aproximadamente, debes acudir con disciplina y constancia a las consultas consiguientes.

Por otra parte, la Sociedad Española de Neuropediatría sugiere como fármaco de primera línea el anticonvulsivo vigabatrina, y en caso de considerarlo necesario asociar ácido valproico, benzodiacepinas o topiramato.

Algunas sociedades también consideran el uso combinado de esteroides como prednisona a dosis periódicamente ajustables.

Todas las terapias tienen eficacia farmacológica certificada, al igual que efectos secundarios por lo que la decisión final dependerá del criterio de tu médico según el caso de tu bebé.

¿Cuál es el pronóstico para los niños con Síndrome de West?

Desde la introducción de la vigabatrina el pronóstico del Síndrome de West ha cambiado. En el 6-24% de los casos se presenta muerte inevitable durante el período de tratamiento con ACTH. En contraparte, el control de las crisis se produce entre el 59 y 85% lo que le concede una evolución más favorable.

De esta forma, los casos considerados idiopáticos evolucionan mejor que los casos sintomáticos. Más de la mitad de éstos evolucionan a otros tipos de epilepsia o presentan discapacidades intelectuales.

La curación completa con un desarrollo psicomotor normal, solo se observa en algunos casos de la forma criptogénica. Si el tratamiento es rápido y exitoso, el pronóstico es más prometedor.

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Complicaciones

Los bebés con espasmos infantiles con frecuencia tienen trastornos del desarrollo psicomotor. Algunas literaturas de reconocimiento científico afirman que aproximadamente 03 años después del diagnóstico, el 88 % de los niños presenta este tipo de secuelas.

Entre las más frecuentes se mencionan: alteraciones de la vista, el habla (como dificultad para articular las palabras), la audición y habilidades de escritura. Además, algunos casos pueden cursar con algún tipo de espectro de Autismo o discapacidad intelectual.

Sin embargo, algunos investigadores también han observado casos de niños que no presentan ninguno de estos hallazgos, conservando su salud mental durante todo el desarrollo. Esto ocurre con frecuencia en aquellos donde se determina la anomalía cerebral que está causando las convulsiones, al igual que ante el diagnóstico temprano y control eficaz de los espasmos infantiles.

Conoce los 4 pasos a seguir en caso de espasmos infantiles

  1. Identifique los movimientos: espasmos inesperados, repentinos y movimientos involuntarios sutiles de la cabeza o contracciones del cuerpo.
  2. Haz un video: grabe las crisis de espasmos y consulte con su médico de inmediato.
  3. Obtén un diagnóstico precoz: acude a consulta con un especialista a la brevedad posible.
  4. Priorice el tratamiento: inicia el tratamiento de inmediato para reducir el riesgo de retrasos del desarrollo.

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